Era uno de esos días insulsos, y me
encontré paseando sin rumbo fijo.
Al doblar la esquina llegue casi sin
darme cuenta a una tienda de antigüedades que siempre llamaba mi
atención, pero de la que me olvidaba con facilidad, era demasiado
caro todo lo que tenían en venta.
A pesar de ese pequeño detalle sin importancia, no dejaban de fascinarme
las múltiples piezas que se podían contemplar desde su pequeño
escaparate.
Lo que mas me llamaba la atención eran
las joyas antiguas, no había demasiadas, pero si parecían estar
elegidas con bastante mimo, además lucían la mayoría de ellas
dentro de unos pequeños estuches de cuero rojo desgastado con forma
de corazón, en la tela de seda de un blanco extrañamente bien
conservado, se podía adivinar el nombre de una joyería francesa..
me deje llevar por la curiosidad y
comencé a escrutar pieza por pieza, unos pendientes que quizás
fueran de los años cuarenta, y varias sortijas con piedras preciosas
de pequeño tamaño pero exquisitas.
Como un resorte entre en la tienda, con
esa timidez de quien sabe que no va a poder comprar nada de lo que
allí se ofrece, pero con el impulso incontrolable del capricho
inconsciente.
Al atravesar la puerta sabia que me
estaba adentrando en un mundo prohibido y tentador, llego a mi
inmediata mente un olor dulzón como de perfume mágico, casi como una pócima envolvente y perturbadora que me hizo no retroceder,
enseguida un hombre alto, mayor y muy elegante con el aspecto de un
cónsul honorario de algún país extranjero, apareció ante mi inmediatamente.
El hombre en cuestión no me
gusto al primer golpe de vista, parecía educado pero no podía disimular su vena clasista.
Vestía una especie de chaqué en color gris
perla, con una corbata ancha de seda en los mismos tonos, y un chaleco
azul noche.
Su cráneo carente de cabello, brillaba a la luz de las
lamparas de estilo Tiffany que abundaban estrategicamente colocadas por toda la tienda.
Sus ojos eran
de un color gris algo indefinido, y su talente era como la de aquellos profesores que no te perdonaban que se te olvidará llevar todos los lapices
con la punta recién sacada, o los zapatos impolutos.
Me sentí incomoda, al fondo se podía
ver a una mujer de la que solo acertaba a divisar una melena a lo
garçon de color marfil, estaba agachada haciendo que se ocupaba en
algo, pensé que me hubiera sentido mucho mas cómoda si me hubiera
atendido ella.
El hombre me analizaba mientras me
preguntaba si quería algo concreto o solo mirar,
ya me estaba arrepintiendo de haber traspasado la puerta al país de los objetos inalcanzables.
Mis pensamientos corrían de un lado a
otro mientras preguntaba al cónsul honorífico convertido en
anticuario por las sortijas del escaparate, me enseño una que decía
tener unos pequeños diamantes y que era de oro, lo mas importante me
dijo, es su antigüedad,
- esta es del siglo dieciocho,
yo me quede
boquiabierta, y en ese momento al hombre se le cayó la pequeña pieza
al suelo,
el era alto, nos agachamos a la vez, para poder buscarla
entre el verde y el rosa ajado de una gran alfombra que cubría parte
del suelo,
finalmente apareció casi a mis pies, como si la pequeña
alhaja me pidiese encarecidamente que la sacase de allí,
pero no era
esta la que había llamado poderosamente mi atención, era otra
quizás mas sencilla, con unos pequeños brillantes y unos pocos
rubíes también de mínimo tamaño, la que me atraía como un imán,
el me la acerco, y me dijo que esa era del siglo diecinueve, que le
había costado mucho dar con esas piezas rebuscando en mil lugares,
y
yo me lo imagine en París en el mercado de las pulgas, o entrando en una
tienda destartalada, robandoselas a un pobre anciano medio ciego que la
regentaba.
El hombre con bastante recelo la coloco
en mi mano, y yo de forma casi automática me la probé, encajaba
perfecta mente en mi dedo anular, y en el momento en el que la
sortija tomo contacto con mi piel la tienda comenzó a girar en torno
a mi.
Sentí una mezcla de sensación de
vértigo y desmayo a la vez, y la mano cercana de un hombre que en
ese momento me ayudo a levantarme,
- señorita se encuentra bien??
pregunto una mujer con cara de susto que me miraba mientras se inclinaba hacia mi.
yo
estaba aturdida e incomoda, me vi en el suelo de una especie de
sombrerería con todas las miradas sobre mi, y ante toda aquella
expectación salí casi despavorida al exterior,
me di cuenta de que
era una sombrerería, por las cajas redondas que pude ver casi de
reojo desparramadas junto a mi en aquel suelo encerado, y por los tocados
y sombreros que se escapan de ellas llenando el suelo de plumas,
encajes y lazos..
Me costo levantarme, me resbalaba entre
aquella maraña de puntillas, redecillas y armazones,
mis zapatos
eran demasiado puntiagudos y con un extraño tacón, y llevaba puesto
un incomodo vestido largo hasta el suelo con mil capas que lo
componían.
Al levantarme me faltaba el aire, pero no era de
extrañar, estaba embutida en una especie de corsé que apenas si
dejaba pasar un suspiro de respiración entre mis pulmones y el
armazón atado con cintas que me oprimía, el hombre que me ayudo a
levantarme me siguió,
- Espera!, No te apresures así!, Calmate y
espera!!
me hablaba como si me conociera, es mas, con una familiaridad adquirida, me gire y espere, entonces empecé a
visualizar a aquel hombre joven, que bien podría pasar por el galán
de turno de cualquier novela de Jane Austen o el protagonista de una película
romántica de principios de siglo.
Era de estatura mediana , esbelto, sus cabellos morenos y abundantes, y unas exageradas patillas que le
llegaban casi al mentón, su mirada hacia aguas entre el azul y el gris
….
la verdad es que el tipo no estaba nada mal, me recordaba a un
actor ingles del que ahora no recuerdo el nombre, pero que seguro me
desvelo en mas de una ocasión , ya lo recordare me dije para mis
adentros, ahora creo que no es el momento.....
y me deje llevar.
- Camille!, Camille ?, mi nombre empezaba
por C, pero no recuerdo que fuera Camille...,
se me acerco y me cogió de los hombros,
- no
puedes seguir así, estas muy nerviosa con los preparativos de la
boda, y encima llevas días sin apenas tomar bocado, solo un poco de
té, y esa horrible sopa con apio que te prepara tu tía, tienes que
reponer te, mira lo que acaba de ocurrir en la tienda de Madame
Solange!,
ha sido vergonzoso, desmayarte así, delante de todo el
mundo, por querer alcanzar tu misma el sombrero expuesto en la ultima
balda,
no podías esperar a que te lo trajera la dependienta? no, siempre adelantándote a todo, siempre alterada, así no vamos por
buen camino..
yo le miraba alucinada, quien era este
atractivo hombre que me estaba apabullando con reprimendas?
- soy tu
prometido y lo que parezco es tu dama de compañía, todo el día de
aquí para allá detrás de ti!, por que me tienes preocupado con
esas actitudes tan poco correctas y alocadas
, mi prometido??? , o estaba bajo los
efectos de algún alucinógeno muy potente, o me había muerto y
había aparecido un par de siglos después,
me cogió del brazo y
subimos a un coche de caballos, una calesa creo, pues no era
cubierta,
el mismo cogió las riendas, y tomamos dirección a un puente
impresionante de una ciudad que me resultaba familiar, también
impresionante...tranquilamente podía ser, París?.
Al bajar del coche y darle mi mano me
fije en la sortija que llevaba puesta, era una fina joya de oro con
varios brillantes de poco tamaño y unos rubíes también pequeños,
era discreta pero a la vez distinguida y especial, me quede
mirándola, el entonces me miro a los ojos con una dulzura desconocida
hasta ese momento, y me dijo,
- Si, ya se mi querida Camille, se que
te hubiera gustado aquel precioso anillo con ese zafiro rodeado de
brillantes en forma de estrella, pero este fué de mi abuela y es muy
importante para mi que ahora lo lleves tu.
Yo le miraba atónita, y pensé.., mejor callar y hacer como que aun sigo mareada, no vaya a
ser que lo complique aún mas,
es posible que el golpe que me di
fuera tan potente como para no acordarme de nada?
empecé a preocuparme seriamente,todo era nuevo
pero viejo a la vez, un viaje en el tiempo en toda regla,
continue inquieta, nos dirigimos caminando después de bajar del carruaje en
dirección a una pequeña casa con un escaso y algo descuidado
jardín, abundaban las flores de lavanda que se asomaban con algo de
desorden desde un macizo, entremezcladas con algún que otro pensamiento marchito,
salio a nuestro encuentro una mujer con aspecto de
montañesa alemana, que me acompaño a una habitación de la primera
planta,
- acuéstese señorita Camille, solo le quedan dos
días para la boda y esta usted agotada, tiene que descansar, si no
se casará con cara de enferma y no es eso lo que queremos verdad??
-No no, claro,
no queremos, no queremos...
le conteste siguiéndole la corriente.
Me tumbe en la cama, el colchón se
hundió con facilidad, era como aquellos que vi en casa de mis abuelos, de fundas de rayas grises y rellenos de lana,
las sabanas de hilo
eran suaves y olían a alguna planta que no pude reconocer, había un
pequeño escritorio, y un par de sillas tapizadas con flores
diminutas, por una pequeña ventana entraba la luz del mediodía que
se iba volviendo sepia según me adormecía en aquel extraño
lecho....
Cuando desperté, vi a la señora del
pelo marfil y el corte de pelo a lo garçon abanicándome con un
antiguo abanico de plumas y cuentas de cristal,
el hombre con pinta de embajador en
funciones, me miraba de reojo con cara de contradicción mientras hablaba con un medico del
Samur que me tomaba la tensión,
a mi lado una enfermera muy joven y
sonriente me decía,
-menudo susto, se te ha caído la estantería
encima, con todos los Maria Moliner del siglo veinte, y la enciclopedia
británica del siglo pasado, te encuentras mejor verdad???
Ya en la ambulancia de camino al
hospital me di cuenta que en mi dedo anular seguía aquel singular
anillo de brillantes y rubíes del siglo diecinueve, o quizás fuera
el dieciocho?...
que mas da,......puede que siempre fuese mio, y solo era cuestión de tiempo haberlo recuperado.