viernes, 31 de mayo de 2013

La historia de Melusina, el hada constructora

Raimundo era joven y noble,
y como noble y desocupado se aburría después de terminar con las batallas y los torneos.
Un día, cuando se encontraba cazando con su tutor el conde de Poiteu, al oír unos cantos infrahumanos y perturbadores hirió accidentalmente al pobre conde, y este perdió allí mismo la vida.
Raimundo encontró entonces muy cerca de una fuente llamada de la sed, a una hermosa muchacha que solo cubría su desnudez con la espesura de su frondosa melena, ella le consoló del infortunado homicidio.

El noble joven quedo embrujado y enamorado al instante de aquella misteriosa mujer, que sin el saberlo le atrajo con sus cantos de sirena, estaba ante el hada Melusina.


La pasión incontrolable, sumada al encantamiento de las artes fascinantes de la muchacha, hicieron sucumbir al joven que en aquel mismo momento la hizo suya.
Se casaron apresuradamente, y ya entonces supieron que esperaban un hijo fruto de su primer y sorprendente encuentro.
El hada, descendía del mismísimo soberano de Escocia  Elynas, y de una mujer llamada Persina.
La madre también escondía un secreto inconfesable, y cuando Elynas no lo respeto, se fue con sus tres hijas a la isla de Avalon.
Melusina, Mélior y Palestina, se vengaron de su progenitor por la falta que tuvo con su madre, y esta al enterarse, enfureció contra Melusina y la maldijo con un terrible maleficio, este consistía en que al  llegar el sábado, la mitad de su cuerpo se convertiría en  una gran cola de serpiente, otros dicen que de sirena, y algunos incluso se atrevieron a decir que de dragón.
Cuando se llevo a cabo el enlace entre Raymondyn y la hermosa Melusina, esta le sugirió que pidiese a su soberano como regalo de bodas las tierras que entrasen en la piel de un ciervo.
La astuta Melusina saco buen partido de su petición, pues no utilizo la piel de ciervo en una sola  pieza, no, ella con toda sutileza corto cintas de la piel, haciendo con ellas un mapa imaginario muchísimo mas extenso de lo que el soberano jamas pudo pensar.
De esa forma sus feudos crecieron amplia mente por tierras de Francia.
 En Lusignan Melusina edifico su castillo, el hada constructora creaba maravillas allá por donde se extendían sus amplios dominios.

De forma mágica, y según cuentan algunos con la ayuda de otras hadas, la maga consiguió edificar castillos, torres y catedrales, entre ellas Saint Paul en Gatine, La Rochelle, Tiffauge, Partenay, o Talmont, sin olvidarnos de la villa de Lusignan donde vivió feliz con su esposo y los diez hijos que les nacieron fruto de su pasión.

Pero su felicidad se vio truncada por la envidia de uno de los hermanos de Rayomndyn,
el conde de Forez, que enveneno a su hermano metiendo le en la mente la idea de que su esposa no le dejaba disfrutar de su compañía el sábado, por que ese día le engañaba con otro hombre,
Raymondyn no le creía, el disfrutaba del amor y la felicidad , gracias a su mágica mujer disponía de riqueza y de hijos, pero al final sucumbió a las intrigas, y sorprendió a Melusina en el baño, de donde salia una larga cola de dragón.
Se sintió mal por haber traicionado la promesa que hizo a su hada, pero oculto su descubrimiento y callo.
Pasado el tiempo comenzaron disputas sangrientas entre los hermanos del señor de Lusignan, y lleno de impotencia y rabia acuso a su esposa de las desgracias acaecidas, llamándola mujer serpiente, ella fue consciente de la violación de su promesa y enloqueció de furia, huyendo por el aire, jurando que solo volvería para llorar las muertes de sus descendientes.
 Se dice, que en la fortaleza de Lusignan aun quedan las marcas que Melusina hacia con su cola de dragón cada vez que se acercaba a ella, también hay quien dice haberla visto bañándose en la fuente de la sed, donde por primera vez deslumbro con sus cantos y su desnudez al inocente Raimundo.


Raymondyn se sumió en una desconsolada tristeza, y en un obsesivo remordimiento por haber traicionado a su mujer, se  convirtió en un ermitaño y acabo sus días refugiándose en la montaña de Montserrat.
Testigos de esta fantástica historia, quedan en pie los castillos y las torres que el hada constructora creo para su amado.

domingo, 19 de mayo de 2013

La isla de los Dioses


Dejamos atrás el monasterio de San Vicente do Pino, y el rió Cabe, donde se reflejaba la orilla multicolor de las flores, y las gotas de lluvia dibujaban círculos al caer.
El viaje ahora estaría presidido por la ansiedad de la llegada, el misterio de mi reacción después de ocho años sin haber tenido fuerzas suficientes para volver.
En el salón de mi casa tengo como un gran tesoro un legado de gran valor sentimental, un barco hecho a mano, pedazo a pedazo, mástil por mástil vela por vela, con mil detalles, que es una replica de una Bombarda construida en el año 1682 llamada” la Valiente”.
Me la entrego una persona muy querida cuando su creador ya nos había dejado, y sus palabras al entregármela fueron-” toma el barco que hizo tu padre, haz honor a su nombre ahora te toca a ti ser La Valiente”.
La miro, la he contemplado durante estos ocho años, sus diminutas escaleras, su barandilla algo rota, su campana en el puente, su proa coronada, y su popa con ese farol y el estandarte. Me faltaba la valentía, y mi cobardía me bloqueaba, quería ir a ese lugar donde tan feliz había sido pero también tan desdichada, el recuerdo traumático de dejar en aquel mar al hombre que mas significo en mi vida me frenaba una y otra vez, aunque en el fondo de mi sabia que tenia que volver y enfrentarme de nuevo con ese mar y lo que encerraba.
Llovía a mares, y faltaban pocos kilómetros para llegar, el corazón me palpitaba a cien por hora, después de una curva cerrada y de divisar el verde y la piedra de las casonas de la zona, aparecimos directamente en la carretera que lleva al mar, mar con temporal, otra vez mis lagrimas y la lluvia volvieron a ser una sola cosa, y casi no me dejaban ver aquella vista marinera de la bahía de Baiona.
De forma instantánea me vi a la entrada del parador y del acceso al club de yates, parecía de noche y era solo mediodía, los barcos se movían balanceándose por las olas grises, anclados sin poder navegar. Luego el túnel, las almenas, los acantilados, las rocas, el verde y los pinos. Otra vez allí, con lagrimas en los ojos pero con la suficiente valentía para acercarme al epicentro de mi dolor.
Subí la recordada y gigantesca escalera de piedra casi sin darme cuenta, al entrar en la habitación me apresure a abrir la ventana, y allí estaba, frente a mi, magnifica, inmensa, esa vista que tengo grabada en mi memoria y en mi retina... y en otros lugares mas recónditos menos tangibles.
La vista era justo la que tenia que ser, podía divisar las Cíes y las dos islas mas cercanas entre el parador y ellas. Muy pronto me sentí reconfortada, las lágrimas me ahogaban, pero no podía estar mas cerca de lo que ahora estaba de ese lugar, de su esencia, de su alma, de él.
Y otra vez mientras escribo vuelven a mi esas olas, esos cielos grises y oscuros y las lágrimas que lo emborronan todo.
Pude disfrutar del lujo del encuentro con seres muy queridos y abrazarlos como nunca antes los había abrazado, sentir su energía y su calidez, y tener la certeza de que había merecido la pena volver.
No dejo de llover durante toda la estancia en tierra celta, pero creo que el cielo era acorde con mi estado anímico y me acompañaba con su incesante llanto en forma de lluvia.
El día de la partida bordeamos todo el camino del fuerte del parador, bajamos hasta la playa y caminamos por su vereda junto al mar hasta llegar a su final.
Nunca he conocido un paseo tan melancólico y hermoso, un paseo de un lugar tan conocido y a la vez tan temido, lleno de olor a pinos a sal, a brisa y a hierba ,y con mi mirada clavada en uno de los islotes casi gemelos que preceden a las" islas de los Dioses" como las han llegado a llamar.
Esta vez no podría ir en barco, pero mi ofrenda la depositaria desde una de las rocas que asomaban a la bahía ,allí deslice unas pequeñas flores blancas y la espuma de una ola se acerco a recibirlas y se encargo de llevarlas un poco mas adentro de ese mar que tanto guarda y tanto quiero. Me costó girarme y abandonar el lugar, y hacia interminable la despedida, observaba aquellas islas, aquel océano alterado, pero con la promesa de volver tan pronto como me sea posible, una promesa extensible no solo al mar.
De vuelta a casa añorare esa ventana Atlántica y esa brisa con briznas de espuma, y hasta que vuelva contemplaré a mi valiente Bombarda anclada en el puerto ficticio del salón de mi casa, muy cerca de otro bravo mar, no tan lejano a aquel ,donde está ese paraíso que componen las llamadas "islas de los Dioses".