miércoles, 5 de junio de 2013

La sortija

Era uno de esos días insulsos, y me encontré paseando sin rumbo fijo.
Al doblar la esquina llegue casi sin darme cuenta a una tienda de antigüedades que siempre llamaba mi atención,  pero de la que me olvidaba con facilidad, era demasiado caro todo lo que tenían en venta.
 A pesar de ese pequeño detalle sin importancia, no dejaban de fascinarme las múltiples piezas que se podían contemplar desde su pequeño escaparate.
Lo que mas me llamaba la atención eran las joyas antiguas, no había demasiadas, pero si parecían estar elegidas con bastante mimo, además lucían la mayoría de ellas dentro de unos pequeños estuches de cuero rojo desgastado con forma de corazón, en la tela de seda de un blanco extrañamente bien conservado, se podía adivinar el nombre de una joyería francesa..
me deje llevar por la curiosidad y comencé a escrutar pieza por pieza, unos pendientes que quizás fueran de los años cuarenta, y varias sortijas con piedras preciosas de pequeño tamaño pero exquisitas.
Como un resorte entre en la tienda, con esa timidez de quien sabe que no va a poder comprar nada de lo que allí se ofrece, pero con el impulso incontrolable del capricho inconsciente.
Al atravesar la puerta sabia que me estaba adentrando en un mundo prohibido y tentador, llego a mi inmediata mente un olor dulzón como de perfume mágico, casi como una pócima envolvente y perturbadora que me hizo no retroceder,
enseguida un hombre alto, mayor y muy elegante con el aspecto de un cónsul honorario de algún país extranjero, apareció ante mi inmediatamente.
 El hombre  en cuestión no me gusto al primer golpe de vista, parecía educado pero no podía disimular su vena clasista.
 Vestía una especie de chaqué en color gris perla, con una corbata ancha de seda en los mismos tonos, y un chaleco azul noche.
Su cráneo carente de cabello, brillaba a la luz de las lamparas de estilo Tiffany que abundaban estrategicamente colocadas por toda la tienda.
Sus ojos eran de un color gris algo indefinido, y su talente era como la de  aquellos profesores que no te perdonaban que se te olvidará llevar todos los lapices con la punta recién sacada, o los zapatos impolutos.
Me sentí incomoda, al fondo se podía ver a una mujer de la que solo acertaba a divisar una melena a lo garçon de color marfil, estaba agachada haciendo que se ocupaba en algo, pensé que me hubiera sentido mucho mas cómoda si me hubiera atendido ella.
El hombre me analizaba mientras me preguntaba si quería algo concreto o solo mirar,
ya me estaba arrepintiendo de haber traspasado la puerta al país de los objetos inalcanzables.
 Mis pensamientos corrían de un lado a otro mientras preguntaba al cónsul honorífico convertido en anticuario por las sortijas del escaparate, me enseño una que decía tener unos pequeños diamantes y que era de oro, lo mas importante me dijo, es su antigüedad,
- esta es del siglo dieciocho,
 yo me quede boquiabierta, y en ese momento al hombre se le cayó la pequeña pieza al suelo,
 el era alto, nos agachamos a la vez, para poder buscarla entre el verde y  el rosa ajado de una gran alfombra que cubría parte del suelo,
 finalmente apareció casi a mis pies, como si la pequeña alhaja me pidiese encarecidamente que la sacase de allí, 
pero no era esta la que había llamado poderosamente mi atención, era otra quizás mas sencilla, con unos pequeños brillantes y unos pocos rubíes también de mínimo tamaño,  la que me atraía como un imán, el me la acerco, y me dijo que esa era del siglo diecinueve, que le había costado mucho dar con esas piezas rebuscando en mil lugares,
 y yo me lo imagine en París en el mercado de las pulgas, o entrando en una tienda destartalada, robandoselas a un pobre  anciano medio ciego que la regentaba.
El hombre con bastante recelo la coloco en mi mano, y yo de forma casi automática me la probé, encajaba perfecta mente en mi dedo anular, y en el momento en el que la sortija tomo contacto con mi piel la tienda comenzó a girar en torno a mi.
Sentí una mezcla de sensación de vértigo y desmayo a la vez, y la mano cercana de un hombre que en ese momento me ayudo a levantarme,
- señorita se encuentra bien??
pregunto una mujer con cara de susto que me miraba mientras se inclinaba hacia mi.
yo estaba aturdida e incomoda, me vi en el suelo de una especie de sombrerería con todas las miradas sobre mi, y ante toda aquella expectación salí casi despavorida al exterior,
 me di cuenta de que era una sombrerería, por las cajas redondas que pude ver casi de reojo desparramadas junto a mi en aquel suelo encerado,  y  por los tocados y sombreros que se escapan de ellas llenando el suelo de plumas, encajes y lazos..
Me costo levantarme, me resbalaba entre aquella maraña de puntillas, redecillas y armazones,
 mis zapatos eran demasiado puntiagudos y con un extraño tacón, y llevaba puesto un incomodo vestido largo hasta el suelo con mil capas que lo componían.
Al levantarme me faltaba el aire, pero no era de extrañar, estaba embutida en una especie de corsé que apenas si dejaba pasar un suspiro de respiración entre mis pulmones y el armazón atado con cintas que me oprimía, el hombre que me ayudo a levantarme me siguió,
- Espera!, No te apresures así!, Calmate y espera!!
me hablaba como si me conociera, es mas,  con una familiaridad adquirida, me gire y espere, entonces empecé a visualizar a aquel hombre joven, que bien podría pasar por el galán de turno de cualquier novela de Jane Austen o el protagonista de una película romántica de principios de siglo.
Era de  estatura mediana , esbelto,  sus cabellos morenos y abundantes, y unas exageradas patillas que le llegaban casi al mentón, su mirada hacia aguas entre el  azul y el gris ….
la verdad es que el tipo no estaba nada mal, me recordaba a un actor ingles del que ahora no recuerdo el nombre,  pero que seguro me desvelo en mas de una ocasión , ya lo recordare me dije para mis adentros, ahora creo que no es el momento.....
y me deje llevar.



-  Camille!,   Camille ?,  mi nombre empezaba por C, pero no recuerdo que fuera Camille...,
se me acerco y me cogió de los hombros,
no puedes seguir así, estas muy nerviosa con los preparativos de la boda, y encima llevas días sin apenas tomar bocado, solo un poco de té, y esa horrible sopa con apio que te prepara tu tía, tienes que reponer te, mira lo que acaba de ocurrir en la tienda de Madame Solange!,
 ha sido vergonzoso, desmayarte así, delante de todo el mundo, por querer alcanzar tu misma el sombrero expuesto en la ultima balda,
 no podías esperar a que te lo trajera la dependienta? no, siempre adelantándote a todo, siempre alterada, así no vamos por buen camino..
yo le miraba alucinada, quien era este atractivo hombre que me estaba apabullando con reprimendas? 
-  soy tu prometido y lo que parezco es tu dama de compañía, todo el día de aquí para allá detrás de ti!,  por que me tienes preocupado con esas actitudes tan poco correctas y alocadas
, mi prometido??? , o estaba bajo los efectos de algún alucinógeno muy potente, o me había muerto y había aparecido un par de siglos después,
 me cogió del brazo y subimos a un coche de caballos,  una calesa creo, pues no era cubierta,
 el mismo cogió las riendas, y tomamos dirección a un puente impresionante de una ciudad que me resultaba familiar, también impresionante...tranquilamente podía ser, París?.
Al bajar del coche y darle mi mano me fije en la sortija que llevaba puesta, era una fina joya de oro con varios brillantes de poco tamaño y unos rubíes también pequeños, era discreta pero a la vez distinguida y especial, me  quede mirándola, el entonces me miro a los ojos con una dulzura desconocida hasta ese momento, y me dijo,
- Si, ya se mi querida Camille, se que te hubiera gustado aquel precioso anillo con ese zafiro rodeado de brillantes en forma de estrella, pero este fué de mi abuela y es muy importante para mi que ahora lo lleves tu.
Yo le miraba atónita, y pensé.., mejor callar y hacer como que aun sigo mareada, no vaya a ser que lo complique aún mas,
 es posible que el golpe que me di fuera tan potente como para no acordarme de nada?
empecé a preocuparme seriamente,todo era nuevo pero viejo a la vez, un viaje en el tiempo en toda regla,
continue inquieta, nos dirigimos caminando después de bajar del carruaje en dirección a una pequeña casa con un escaso y algo descuidado jardín, abundaban las flores de lavanda que se asomaban con algo de desorden desde un macizo, entremezcladas con algún que otro pensamiento  marchito,
 salio a nuestro encuentro una mujer con aspecto de montañesa alemana, que me acompaño a una habitación de la primera planta,
- acuéstese señorita Camille, solo le quedan dos días para la boda y esta usted agotada, tiene que descansar, si no se casará con cara de enferma y no es eso lo que queremos verdad??
-No no, claro,
 no queremos, no queremos...
le conteste siguiéndole la corriente.
Me tumbe en la cama, el colchón se hundió con facilidad, era  como aquellos que vi en casa de mis abuelos,  de fundas de rayas grises y rellenos de lana,
las sabanas de hilo eran suaves y olían a alguna planta que no pude reconocer, había un pequeño escritorio, y un par de sillas tapizadas con flores diminutas, por una pequeña ventana entraba la luz del mediodía que se iba volviendo sepia según me adormecía en aquel extraño lecho....

Cuando desperté, vi a la señora del pelo marfil y el corte de pelo a lo garçon abanicándome con un antiguo abanico de plumas y cuentas de cristal,
 el hombre con pinta de embajador en funciones, me miraba de reojo con cara de contradicción mientras hablaba con un medico del Samur que me tomaba la tensión,
a mi lado una enfermera muy joven y sonriente me decía,
-menudo susto, se te ha caído la estantería encima,  con todos los Maria Moliner del siglo veinte, y la enciclopedia británica del  siglo pasado, te encuentras mejor verdad???
Ya en la ambulancia de camino al hospital me di cuenta que en mi dedo anular seguía aquel singular anillo de brillantes y rubíes del siglo diecinueve, o quizás fuera el dieciocho?...
que mas da,......puede que siempre fuese mio, y solo era cuestión de tiempo haberlo recuperado.